Necesidad de contar algo. Necesidad de
guardarlo y acumularlo también.
La elevación para el derrumbamiento. Pedaleo y
escucho por sentirme vivo.
¿Qué sintieron cuando bebieron y tiraron tu
semen? Proteínas, ADN, vida, en resumen.
Una manía fatídica más: miseria en mi última
relación (solo un glande por adquisición).
Mi último ron que sea contigo. Sé que es mucho
pedir a este aciago comportamiento.
Quisiera que me descargases en una ventana, y
que saltara del ordenador a tu cuerpo –manera de pensar–. ¡Sería tu emulador!
Aún espero esa explicación, esa incertidumbre a
errar, tu aliento a cerezas para charlar.
Me gustas, pero no quiero contigo; te quiero,
mas no puedo contigo. ¡Ah! Suave licor eres.
Pides arte, mi toque de cinismo, nuestra
fortaleza, un roce de frentes, ese empuje del principio, una marca de
expresión, un polvo de los de siempre… Te reivindico. No pides amor, aunque te
cansas del sube y baja del prepucio exterminador. ¡Pirulín volador! Nadie,
excepto yo, te lo da y por eso crees no necesitarlo en tu bragueta. Pierdes lo
básico, y nuestras raíces reclaman agua; ya mi voz se torna ronca de chillidos
no emitidos, de cosas ocultas, de lo que temí haberte dicho, de la linda
estatua de esfinge en la que me convertistes…
¡Cohesión! Ya no sé amar; todo mi amor le fue entregado. Fue dado a ese dulce
parecer de hombre. Lamento la huida de mi cordura. Preocupación de un
cumplimiento invicto por mantenerse. ¡Menuda piedra!
Y ahora, ¿dónde encontrarte puedo? Falta me
hace la pizca de tu libertadora carcajada.
Jamais diré que digas nunca mais. Fallos en la conexión
dicen que tu mente se acelera. Virus del sistema.
Tú, mi flor masculina, mi rosa negra, mi ceniza
incandescente. Gato siamés, a ti intento hablarte, firme y elocuentemente –in albis–. Reflejos de un tropical
maullido de madrugada por ti producido.
Somos un extra del principio. Pero siempre
juntos, unidos como hermanos y locamente enamorados. Danzamos en la bañera, con
los pubis, al escalón, por nuestra memoria.
Creo no haber elegido este parche, no poder
escoger mi alfil, no arremeter contra la famélica anilla. Perdí el ritmo del
sol claramente y conseguí un matón.
Abrazos, espalda dura, fibra sensible
descendente, sudoroso cuello, manchas de
fogosidad… y como alternativa a las pajas destructoras del pene. Me
reafirmo; lo he experimentado.
Te diré que para qué más, para no more. No te rindas. Academia del amor
fundé (C/ Mesón), para así no perder la
esperanza del amor eterno que amé. Testigo del olvido es en lo que me he
convertido. “Tarde de cariño y horrores malqueridos” (así empiezo).
¡Revolución!
No puede ser que pase lo que no sabría que ser
podía. Ignorancia. Golpes en el pecho.
Pido mi castigo al cielo, la cárcel del
refugio. ¡Qué tal una trompeta por el trasero! Porfi. Y ahora, qué más da lo dicho… y otra vez a empezar sintiendo
el tacto de lo intangible. Ciao.
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