Nada tiene sentido. Es
muy triste que mi vida se base en un “bear”, en que me conteste o no al móvil.
Del mismo modo, es humillante ver como todo mi cuerpo se desequilibra por
momentos. Voy a intentar escribir algo:
Juan había sufrido otra
alucinación pero prefería callar y que le tomasen por loco. Laura era su
psicóloga y amiga desde la adolescencia, ella sabía que necesitaba tratamiento.
─ ¿Por qué no me dices
lo que te pasa?
─ Lo siento, no quiero
hablar.
─ Vale.
Eso fue lo único que
dijo Juan en las tres semanas que estuvo su amiga en Alicante, luego ella
marchó. Vio en él un halo de dolor e incomprensión, pero sabía que solo sanaría
por su propio pie. No necesitaba hablar porque hablaba con sus dibujos recreados
en su mente, no salía a la calle porque ya viajaba en su cabeza.
(Laura despidiéndose)
─ ¡Necesito que me
digas quién soy!
Juan se quedó
estupefacto, pues Laura nunca había perdido la cordura. Hasta los seres más
racionales pueden perderse en su camino si no obtienen resultados. Por más que
Laura quería ayudar a su amigo se veía impotente al ver que no tenía
resultados.
(Juan abraza a Laura)
─ Tan solo necesitaba
saber que tú también tienes problemas.
Los dos entre lágrimas
habían comprendido que algo les unía. Laura no tenía familia, sus padres
murieron de pequeña y siempre se había sentido sola. Juan por el contrario era
muy dicharachero y atento hasta que ella le rompió el corazón; pero eso ya es
otra historia…
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