Mi vida no tiene el valor que se
merece. Aún me persiguen los fantasmas del pasado y no he encontrado el amor.
Tengo ideas suicidas y posiblemente las seguiré teniendo. Me gusta pensar que
no tengo a nadie. No sé en qué gastar mi tiempo, ese que nunca volverá. Creo
que soy infeliz desde los dieciséis, no lo recuerdo bien. Puede que sea el
trauma de la adolescencia y el hecho de haber perdido a todos mis amigos. Soy
complicado con la gente y bastante vago. Si quiero hacer una carta de suicidio
es por no querer fingir más y pasar de este acto de renuncia que es la vida.
Tener que comer cada día, tener que cagar cada día, trabajar si hay trabajo,
depender de los demás, no elegir casi nada… Ahora parece que la tecnología es
lo único que da sentido a mucha gente creando a su vez el “tecnoestrés”;
piensen qué pasaría si quitásemos las televisiones de los hogares… la gente se
aburriría mucho. Para los que no les gusta leer –como a mí– supongo que la
pasaríamos practicando deporte porque estudiar no me va tampoco. Cansa mucho
eso de ser bipolar y que no te lo reconozcan, porque yo cada día estoy de una
forma. La felicidad puede que me dure solo una hora.
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